14 de marzo de 2005

La última habitación

La música ya se escuchaba desde donde habíamos estacionado el auto. Cuando entramos a la parte delantera del jardín de la casa, nos quedamos con los ojos abiertos y sin una palabra que decir. Estoy segura que Pav exclamó para sus adentros la palabra “Increíble”, calificativo que a menudo utilizaba para describir algo semejante. Una puerta negra con doble hoja y con vidrio en la parte superior era la entrada de la cual bajaban hacia nosotras unos escalones de piedra oscura. Las paredes eran amarillas y todo el resto de las aberturas y balcones eran antiguos. La escalera que llevaba a la puerta principal eran tan majestuosa que ninguna se animó a subirla, hasta que Novak desde el otro extremo nos llamó para que pasáramos. Una vez adentro, nuestras caras seguían dibujando la misma mueca de asombro. Oscura así como estaba parecía un laberinto, perfectamente hubiera podido pasar por uno de esos túneles en los que te meten en un parque de diversiones totalmente a oscuras, donde tenés que buscar la salida con la incertidumbre de que vas a encontrar en el camino. Atravesamos toda la casa para llegar al núcleo de la fiesta, camino mediante, nadie pronunció ni un gemido, por lo que a Novak se lo notaba incómodo. Cuando llegamos a “la luz” nos costo pasar a ese clima de fiesta que predominaba. Nose que fue lo que mas me asustó, si la altura de los techos, puertas y la longitud de los pasillos por los cuales habíamos pasado, o el comentario del dueño acerca de que no deberíamos volver allí si no es con su compañía. Explicó que la última habitación del fondo, donde era la fiesta, tenia baños, cocina, paredes internas y hasta una salida trasera, por lo cual no era necesario volver al centro de la casa.

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